La fumigación es un proceso muy necesario en el momento que se detecta una plaga, para acabar rápidamente con ella y, de esta manera, conseguir la salubridad y la higiene que se necesita para vivir en las mejores condiciones.
Aunque las medidas higiénicas y de salubridad han ido mejorando a lo largo de los años, no hay que olvidar que, cada cierto tiempo, se pueden producir plagas que afectan al día a día de las personas. Cucarachas, hormigas, ratas… puede ser algo común en determinados momentos y es precisamente por ello por lo que se hace necesario realizar trabajos de fumigación al instante.
A pesar de que hay algunas plagas que se pueden controlar fácilmente, lo cierto es que la gran mayoría necesitan de profesionales para acabar con ellas. En este sentido, en el caso de estar ante una alarmante plaga, la mejor opción es contratar los servicios de una empresa de fumigación y control de plagas para eliminar todo lo que se haya acumulado. Este tipo de entidades cuentan con todas las herramientas y materiales necesarios para realizar este tipo de tareas de la mejor forma posible y además, conocen a la perfección todas las técnicas con las que poder acabar con cualquier tipo de plaga prácticamente al instante.
Si bien es cierto, dependiendo del tipo de plaga que se presente, así se pueden llevar a cabo diferentes procesos. ¿Cuáles son los más comunes?
Procesos frecuentes de fumigación
En la actualidad, existen diversos procesos de fumigación que suelen ser bastante efectivos para combatir las diferentes plagas que pueden presentarse. En este sentido, es importante destacar cuatro en concreto, que suelen ser los más comunes generalmente.
Con polvos
Uno de los procesos de fumigación más frecuentes es el que se lleva a cabo con polvos. El procedimiento consiste en echar polvos en puntos estratégicos donde se prevé que se acumulan más los bichos, siendo lo habitual que ocurran estas cosas en espacios poco visibles, tales como las cocinas, los almacenes, oficinas o comedores, entre otros. Se trata de un proceso sencillo de llevar a cabo, para el que no se necesita evacuar a las personas por completo. Habitualmente, este tipo de fumigación es muy útil contra hormigas, cucarachas e insectos similares.
Con líquido
Otro tipo de fumigación bastante común es la que se lleva a cabo con líquido, siendo además uno de los procesos más habituales que utilizan la mayoría de profesionales. En este caso, el procedimiento se lleva a cabo aplicando el líquido en diferentes zonas, generalmente las que se han analizado previamente y se tiene claro qué es dónde hay más incidencia. Este tipo de fumigación es bastante efectiva contra muchos insectos, siendo muy útil contra hormigas y cucarachas. Hay que decir que este proceso no es demasiado tóxico para personas y otros animales.
Con gel
El tercer proceso más común de fumigación es el que se lleva a cabo con gel, siendo muy frecuente contra cucarachas y la gran mayoría de roedores. Aunque se puede aplicar de diferentes formas, habitualmente se hace en aparatos electrónicos, tales como televisores u ordenadores, entre otros. El gel es muy efectivo, debido a que atrae a los insectos por su composición, una vez que estos contactan directamente con el gel, se produce la muerte en cuestión de minutos.
Con gas
El último proceso que hay que mencionar es el de la fumigación con gas, siendo además el más expandido y con una gran efectividad. Generalmente, es un procedimiento muy utilizado para acabar con todos aquellos insectos que son voladores, como, por ejemplo, los mosquitos o las moscas, aunque también es bastante útil contra los roedores. Este tipo de fumigación se lleva a cabo a través de un procedimiento concreto denominado nebulización, que consiste en expandir el gas que se introduce por unas rendijas y llega a todos los rincones de los espacios afectados, incluso en aquellos que es complicado acceder. Debido a su potente efecto, se trata de un proceso en el que no pueden estar las personas ni otros animales, por lo que se hace necesaria la evacuación. Además, una vez realizado, hay que esperar, al menos, unas cuatro horas, para volver a acudir al espacio en cuestión, puesto que el gas puede llegar a ser bastante tóxico.